La descripción de esta ruta lineal es la siguiente:
Aín - Barranc de la Caritat - Molí de l´Arc - La Bassa del Mig - Collado de la Ibola - Aljibe del tío Carregui - Pico Espadán - Aín
De nuevo salimos desde la hospitalaria y pintoresca población de Aín, tan querida para nosotros como entrañable. Nuestros pasos van en dirección al Calvario y a los pies del mismo nos encontramos con postes de madera y flechas direccionales, que nos informarán de varias y maravillosas rutas por la Sierra de Espadán que les ilusionarán si se aventuran en ellas. Pasamos junto a las piscinas municipales (vacías por las horas tan tempranas pero que a nuestro regreso ya tienen el bullicio que se espera de un día caluroso y festivo en Aín).
Nos encontramos, una vez más, en el Barranc de la Caritat. Tan conocido y fascinante pero que siempre nos sorprende. Pasamos bajo un Puente-Acueducto que forma parte de la arquitectura del agua de Aín y el Molí de L´Arc (restaurado), que fue un antiguo molino de harina, junto a una gran balsa o alberca de riego (la Bassa del Mig).
Ya divisamos el Castillo de Aín, encrespado en un monte de forma cónica, y de origen árabe, debe su mayor importancia histórica al hecho de haber sido uno de los principales núcleos de los moriscos de la zona durante su rebelión en el siglo XVI y nos sirve de referencia por estos lares.
Actualmente sólo son observables algunos restos, tales como lienzos de murallas, parte de la torre del homenaje y algunos basamentos de construcciones auxiliares.
Hoy en día su estado es de ruina pero se encuentra bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español y declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Consellería de Cultura, http://www.cult.gva.es/.
El plácido paseo se termina cuando dejamos atrás la Bassa del Mig y se inicia una dura y prolongada subida hasta el Collado de la Ibola. Llegamos a la carretera de Aín-Almedíjar y podemos ver las franjas del SL y PR (franjas de pintura blancas, verdes y amarillas). Cruzamos con precaución la carretera, pues hay un cambio de rasante, para llegar al Camí de la Serra que si continuamos por él nos llevará hacia arriba al Collado de Torres (desvío a la derecha al Pico de Espadán) a la izquierda Fuente de la Parra, Barranco de Aguas Negras y Malo, pero si no nos desviamos a la izquierda y seguimos recto hasta la Cueva del Estuco y Nevera de Algimia.
A nuestra izquierda y hacia abajo se encuentra la Rambla de Almedíjar o Barranco de Almanzor y como si de una columna vertebral se tratara vemos la escarpada y abrupta cresta del pico de Espadán. Así pues, en esta ruta vamos a atravesar a lo largo, la vertiente del pico orientada al Sur y que a modo de balcón nos permitiría asomarnos al Camí de la Serra y al Barranco de Almanzor. Nada mas cruzar la carretera nos orientamos y observamos enseguida unas franjas de pintura blanca, amarilla y verde, en la ladera de la montaña, que nos invitan a ascender como a una ola de tierra que deriva en una senda muy bien señalizada y con gusto, por cierto, ya que por los bien definidos trazos y las tonalidades de la pintura se adivinan recientes. Son como pequeños arco iris en las rocas, así parecen.
A medida que vamos ascendiendo somos conscientes de las preciosas vistas que se nos brindan, pues vemos la Peña Blanca, el Cerro Gordo, el Puntal de l´Aljub, el Ben-alí y el pico Batalla (en dirección a Eslida).
Llegaremos al Aljibe del tío Carregui, que se encuentra en buen estado de conservación al haber sido remozado y vemos dos senderos decorados con teja árabe: uno al frente y otro mas a su izquierda.
El sendero de enfrente viene desde la carretera de Alcudia de Veo-Aín (Corba del Picaio) en el barranco del Barandí y que sube a la Peña Pastora y Gurugú (1.014 msnm) y que rechazamos para coger el de la izquierda.
Muy pronto y acompañados de carrascas estamos cruzando las pedreras (son fragmentos de rocas que se acumulan en las laderas de la Sierra dando lugar a depósitos conocidos como pedrizas, pedreras o canchales). Desde la cercanía no se tiene perspectiva de lo grandes que pueden ser, pues son como lenguas silíceas, sueltas y permeables, en las laderas de las montañas. Las piedras que las conforman son móviles y avanzan, obviamente por el acusado desnivel de la vertiente en la que se encuentran; actúan de cortafuegos naturales evitando el paso del fuego y algunas incluso sirven de cauce para las aguas que caen de la lluvia. Son calvas de la vegetación, como me gusta decir.
Se originan las pedreras por lo procesos erosivos que sufren las cornisas de las vertientes montañosas en las que se encuentran siendo el factor que las propicia el de la meteorización o fragmentación de la roca por causas mecánicas como es la gelifracción (la congelación del agua en las grietas de la roca hace que se fracture en trozos por los extremos térmicos entre el día y la noche).
Nuestro paso por ellas es sencillamente emocionante y de una gran belleza, pues cruzamos muchas pedreras en el sentido literal de la palabra, grandes pedreras que nos empequeñecen y abruman por su naturaleza tan salvaje como plástica; pedreras en la vertiente de la montaña que continúan a partir de la senda que las corta y se pierden a nuestros pies.
Fascinante paisaje el de las pedreras. Salgan ahí afuera y disfruten de ellas en la montaña.
Se ven algunas casetas de campo derrumbadas e invadidas por la vegetación, como testigos de un antiguo oficio por esta zona, el carboneo.
La senda bien señalizada nos lleva cerca de unas viñas viejas y silvestres que junto a las pedreras se encuentran haciendo compañía a unas moras silvestres.
Bien señalizada no significa que no sea dura, pues nos ha sorprendido esta ruta por su dureza y prolongación en la montaña. Remontamos por una elevada y abrupta pendiente hasta que la presencia de unos riscos ya nos anuncian la cumbre del pico de Espadán (1.099 msnm).
Una vez más oteamos el horizonte a los cuatro puntos cardinales y la belleza de nuestro entorno se suma a nuestra alegría al haber alcanzado nuestro objetivo, ya bien conocido. Esta vez, sí podemos ver la masía Mosquera pues el cielo está despejado y claro como el agua cristalina.
Regresamos sobre nuestros propios pasos ya por continua y progresiva pendiente hasta el Collado de la Ibola, cruzaremos la carretera y dirigiéndonos hacia el Barranc de la Caritat, visitamos el Calvario y entramos en Aín. Bebemos agua de la fuente de San Ambrosio, y disfrutamos en la zona recreativa de su entorno, para continuar paseando por las calles de Aín y nos acercamos hasta el bar de la plaza del pueblo (abarrotada de gente pues son las fiestas de La Virgen de Agosto) para tomar un refresco servido muy frío, como merecido premio, y que pone punto y final a esta ruta lineal tan dura y exigente.
Senderistas: Jorge Vidal y el autor.
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